Un hombre
toca el timbre.
Al salir
me pregunta
si tengo perro.
Le digo que no.
¿Y la cuchita?
señala,
apuntando con el mentón.
Es empleado municipal
y tiene el aire triunfal
de haber
descubierto
una falta.
Se me murió, le digo,
guardo la cucha
de recuerdo.
La mención de la muerte
lo trastorna
y me pide disculpas.
Lo veo alejarse
y pienso
en mi padre.
En
lo
de
él
que
no
guardo.

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