El amor picaresco
salta como una pulga
pica las mejillas
la ingle
los muslos
la espalda.
El picaflor del emperador chino
pica las rejas de su jaula
el duro bronce inmutable brilla en la mañana,
así el amor,
pica los corazones más duros
que los convierten en coladores de carne
en cuyos agujeros diminutos se escapa la tarde
la ternura,
y la tibieza del vientre
mientras afuera…
los destellos de los gritos
y los colores de la pólvora nos llenan de afloradas desgracias humanas.
Pica la flor del pubis, la lengua del picaflor
y el amor juega a ser eterno
eterno ardor de no encontrarte en ningún rincón.
El imperio se corona de lamentos de gatos
lamento de amor de una ciudad apestada a hambre,
mira el niño la corona vistosa en la vidriera
vacío son los pies descalzos que solo saben de cemento caliente,
pica el olor a vainilla en su pequeña nariz
de tortas que un vendedor ofrece con cariz.
El amor revolotea entre el humo negro
el aire es espeso como el aceite verde que viaja por los ríos,
los ojos de la muchacha miran el cielo
las manos tajeadas
la caña azucarada,
los pechos desnudos…el campo quemado,
oscuros los pezones que miran como girasoles a su amado.
Pasea el picaflor por las plantaciones que imagina desde su ventana
mientras el cerezo se estira para recitarle los poemas
que las jóvenes lavanderas cantan en la montaña,
pica la caña caramelizada
de cuentos de una libertad
que sueña picando los barrotes de su jaula.

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