Si al galgo negro le dijera que en estos días animados
es posible concebir la realidad con liebre albedrío
me diría que los juegos de palabras no son lo mío.
No es necesario engañar a nadie con el lenguaje,
esa especie de conciencia crítica en la memoria.
Las cosas tienen su maravilla y su complicación
y los sueños no se pueden torcer en el sueño.
Las palabras piden estar donde las cosas suceden:
quieren seguir en escena, despiertas y fantasiosas,
con sus ropas y sus historias para ponerse.
El poema se talla como a un perro negro en la nieve.
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