Alcanzar esa orilla, bordear el agua mansa
al cada vez de la memoria de la mano del padre.
Se vuelve, se vuelve a perpetuidad. Vuelven
conjunciones anómalas de dolor y esperanza
de la mano del padre. Mi mano era incipiente. La tuya
era el lugar seguro, era el albergue cóncavo,
era el puño convexo, alzado contra los fantasmas
del Mal indestructible, para que así nos diera
el sol a pleno y eso fuera la vida, abrir una picada
entre las cortaderas, abrirnos paso al sol.
Ese era el proyecto que nos ofrecías. Aún no lo sabía.
Ahora me doy cuenta. Esto que digo ahora
es agradecimiento
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