Escribir es igual que amar. Es tan difícil como amar. No se puede enseñar
ni se termina de aprender nunca.
Cada vez hay que empezar de cero. Cada acto de escritura o de amor son
únicos y la experiencia no sirve para nada. Siempre somos aprendices.
Podemos cometer menos torpezas con el tiempo: no se puede avanzar
mucho más.
Las dificultades son siempre las mismas: qué hacer, cómo decir, para que
lo que hagamos, para que lo que digamos, sea verdadero, no tenga al ego
por delante, les sirva a otros y sea digno de recordar.
Ah, y que la empresa no nos fatigue tanto como para hacernos creer
que ya no vale la pena.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario