viernes, 17 de octubre de 2025

Fernando Noy: PESO PLOMO

No necesito nada más que esta lapicera

prestada por el mozo

ni otro sobre de azúcar para el café

bramando en la resaca

tampoco el pago de una cerveza octava.


Guardo intacto

el coraje de hacer un paga Dios

como en los setenta

por las farmacias de turno

cuando la poesía anfetamínica

se compraba sin receta.


Viajo solo en medio de la huelga

entre panzas vacías

con razón vociferantes

y ningún encontronazo

junto al musculoso estibador

mientras dura la espera

en la protesta augusta

que hasta cortó la calle

con su semáforo

chorreando lágrimas de sangre.


Masacre sin piedad

para los mustios habitantes

de bairestremens.com.


Mientras leo en cerebros

de los otros viajeros.

Ese, de anteojos negros,

va a llegar tardísimo a su cita

con el andrólogo.

El que viaja a su lado

sólo piensa en robar

la corona de oro de la Virgen del Once

pero también

el busto de bronce de algún prócer

para revenderlo

enseguida

a peso plomo,

vapuleo.


Así nace esta queja

sobre mi cuaderno Avon

en pleno verano

cuando el hospital de poetas

parece aniquilado

aunque nunca existiera la cura

de sus males

ni siquiera un cuarto gratis y fresco

donde no morir de pie.


Ahora,

destrabada la marcha

con las vitrinas de El Molino

destrozadas a huevazos

es cuando el maldito patrullero

se sube a la vereda

y como a la estatua de Santa Claus

me alumbran

entre dátiles

aunque igual nada vieron.

Mayor fue el miedo

de volverte invisible.


A distraerse ahora

con tu milonga hacia la autopista

Tacos de punta baratos hundidos en la brea

hirviendo aún más que el cuerpo

del que paga

y al finalizar la faena

regresar leyendo esos versos abyectos que has escrito.


Soy el que cree en la avenida Corrientes

acunadora del tango y de Tanguito

que se incendia en el río

justo cerca de la Casa Rosada

ese postre fucsia envenenado

en los cachetes.


Confundo palomas con empleados

de oficina

usan la misma gris corbata

que les impide el vuelo.


Soy quien cantara a Safo

además de encerar los dedos

de la hidra de Lesbos

con ungüentos de acero

pero ahora

ni consigo colarme

en los recitales de Gal, Chavela

o La Felipe.


Igual

como siempre

el buen clima regresa

tras la huelga a lo lejos

cada vez más ajena.

A causa de ella

me pasé de parada

pero sigo escribiendo.


Es preferible el asco bien narrado

a la culpa de sobrevivir triunfales.

Sin tener cómo,

dónde,

cuándo

a quién decirlo.



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