Ayer estuve en el Carrefour hablando con un espectro. Había vivido
por años en situación de calle y la ola polar se lo había llevado.
Caminaba por los pasillos del Gulag Carrefour guardándose en los
bolsillos latas y chocolates.
De no haber sido un buen hombre no se hubiera ofrecido a guardarme
en su bolsa la botellita de fernet, el queso y el pastrón.
Conversábamos sobre política.
El de seguridad del supermercado se aproximó a la góndola donde
conversábamos comiendo turrones.
Devolví el queso, el pastrón y el fernet. Me dejaron salir del Gulag;
me perdonaron, tuvieron piedad de mí.
En la escalinata, con un frío mortal, me esperaba el espectro con
dos panes robados. Hablemos de política.
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