En la Octava y 37
la cabellera leonina los pechos enormes
la grasa en el abdomen los pantys rotos
y la ristra de collares tan vistosos y sucios
como la voz enronquecida y furiosa
que arrastraba el carro sin ruedas
con papeles cartones bolsas de nylon basura
a resguardo el tesoro que protegía
de los empujones de la codicia invisible
del manotazo artero de cualquiera de los transeúntes
que pasara a su lado
cada tanto se detenía cada tanto le cantaba
¿al hijo?
madre tierna.

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