Llegaron desde tierras áridas
y amaban tanto lo suyo que, con el tiempo,
la sangre en los pedruscos
se convirtió en semillas de granada.
Por redimirlos
recojo cada una
con exactitud de ángel.
Al arquearme, se riega aquel jardín
y es más fácil olvidar lo perdido.
Lejos de la planicie y de la pampa,
de los mundos que deben ser dejados
para empezar de nuevo.
Todo abandono es un exilio y viceversa.

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