domingo, 28 de septiembre de 2025

Beatriz Vignoli: El bar de la estación de Valentín Alsina

1


Paisaje de desván,

de cosas inconclusas y ya viejas

arrumbadas sin orden.

La luz dorada de la tarde de verano

lo vuelve bello como una mano muerta.


El andén silencioso sin los trenes.

Tu Citroën estacionado afuera.

Si esto fuera una película francesa

vendríamos aquí huyendo de algo.


2


Nos sentamos en el bar casi desierto

por donde el tiempo hace veintiséis años que no pasa.

Las paredes son de un verde espeso,como en un óleo

y los espejos parecen aguas estancadas.

En el silencio antiguo, el tiempo se ahonda

y reconozco, en los bananeros iluminados por el sol

al otro lado de las vías de maniobras

un lugar de mi infancia.

La puerta del bar enmarca ese fragmento de otro tiempo

que aquí, al sur de todo, se ha conservado intacto.

Allá está la cortina de tiras de hule

de cuyas estrías guardo un recuerdo táctil.

Aquellas cortinas venían multicolores

y hacían «flap, flap, flap» cuando se las atravesaba

a gran velocidad y baja altura

siendo niños, sin una imagen que cuidar.

Ah, volver a ser así de leves.

Irnos de todo. Irnos de nuestras vidas.

Pagar todas las deudas y vender todo

y venirnos a vivir aquí y ahora,

de vacaciones por toda la eternidad

al presente que es nunca.


3


Mirás por la ventana como desde un tren.

Quizás estemos realmente huyendo de algo.

Tu cara blanca, dorada por la luz

es absoluta, sólo por un instante.

Hablar, decir «la luz», “el absoluto”

es arruinarlo todo.

En realidad, no deberíamos decir nada.

Sólo tenemos esto. El sol que cae.

Aquel edificio que lo tapa.



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