Me iré en un solo paisaje
con el amor ahogado entre los filos
y sombras dulces que lloran un año entero frente a las gasolineras,
tratando de extraerme el corazón
para poner en su lugar una manzana.
Ya anduve por pasillos, me arrastré por alcantarillas;
me cambié el nombre cuando preguntaron
de dónde vienen los trenes cargueros
que me cruzan la mirada.
En el lobby hay hombres de brazos tatuados,
mujeres que llegan de la playa ebrias de horizonte.
En esta soledad
una máquina retiene las últimas luces de la palabra vida
y cuento las monedas para el catecismo
de músicos y artistas callejeros.
Así, sin pensarlo, me iré
porque en cada una de las camas donde me acuesto
dejo una lluvia, un rastro de ángeles caídos, botellas llenas de sangre.
Me iré bailando un vals que diga:
Amor sembrado en los huecos,
amor de un segundo,
amor de un instante,
amor ahogado entre los filos.
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