domingo, 30 de noviembre de 2025

Darío Rojo: "conexión ocasional"

Cerca de Catriló gira un cardorruso,

mi abuela, maestra, va de un pueblo al otro,

el conductor del auto putea


por las condiciones del camino,

mi abuela se espanta, me lo cuenta

en Mar del Plata, mi madre estaba en casa.


Tiempo atrás dos changas tupamaros

al entrar a la obra son advertidos

por el tamaño de sus respectivos cuchillos


—son para comer —


aducen como respuesta definitiva.

En el mismo lugar Sofanor el sereno

trabajó durante dos años en una cochera


llamada Jamemu donde se caracterizaba

por su gestos para dirigir

el estacionamientos de los autos,


su cuarto tenía las paredes de telgopor

y en ella después se colgarían pósters

de una marca denominada Robert Lewis.


Una tarde después de terminar

el encofrado con el mismo testigo

hablaron de La Pampa


con Antílopes y bueyes de agua,

del estímulo externo en el horizonte de sucesos,

de la simultaneidad de posesión y desapego.


Mientras en otra zona hablábamos

de un tiempo que nunca llegaría,

pensábamos en acompañar al pasado


en su acceso al futuro para aislarlo

en un eslabón sin posibilidades

de trasladar sus propiedades


a lo largo de una historia común

a toda una especie. Tiempo que es materia

y tecnología paralela:


simultaneidad del desconcierto

que aunque parece sacrificio

no es otra cosa que una conexión ocasional.


📚 En "La sexta armonía"






viernes, 28 de noviembre de 2025

María Malusardi: DOS POEMAS

una vez quedé muda me habían dejado en un patio a la intemperie mis pezones tiritaban como inviernos y encontré un camino una frazada un té caliente un sueño en el que me contabas que podías ayudarme a florecer dándome un hijo el barro fortalece me decías y yo: no hay dónde apoyar: la grieta está en la grieta el agua está en el agua todo se pierde dentro de sí mismo en mi cuerpo

*

sueño para escribirte o escribo para soñarte ambas sonoridades sin pleito caminan sobre la almohada y modifican mi presente: me recuesto sobre el piso a lo largo de un zócalo oscuro y espero mis huesos en desorden la bondad de tu paciencia para reacomodar las piezas de mi introspección clavarte dentro de mí como una cicatriz de alambre

📚 En "El desvío y el daño", 2017



Daniel Arias: TODAS LAS NOCHES

Todas las noches estrellas fugaces

encuentran el camino de mis ojos,

esta noche y las próximas noches

cuando fluya la sangre en alabanzas

de nuevos vientos cálidos

en las profecías del sueño.

Engendrados en la carne viva del incendio

abatido en muerte en el poniente terroso,

habrá palabras cortadas cerebros quemados

y cruces para los muertos,

los apiadados, los pretendientes,

espectros mortales naufragados

en el cruel altar del dinero,

los traicioneros del mar,

los obligados soberbios de la carne

abierta e ignorante del hombre verdadero.

Todos con cara de viento,

manos de pueblo, vientre con vientre,

ojo y dioses en torbellino siembran leyendas,

para cantar la marcha de las tormentas,

el canto de los pájaros, el destino de los ríos,

todas las noches, cada noche

como recompensa y por tanto estruendo vacío.

📚 En "Omnia Varitas", 2022



miércoles, 26 de noviembre de 2025

Eda Nicola: NO CORTARÉ LAS FLORES

No, no cortaré las flores que crecen, abruptas, salvajes, en las praderas insomnes de mi corazón.

Aunque me ofrezcan tijeras de todo tipo, y me enseñen a usarlas en las más reconocidas escuelas.

No las cortaré. Y si me echan me voy. Y si me obligan, huiré.

Sépanlo, no temo. Ya no.

No hay ningún conocimiento más valioso para mí que el que crece en mi corazón, que sea como quiera, flor o fuego, sátiro o diamante, océano o gaviota.

Es igual.

No cortaré las flores que crecen en mi obstinado, en mi rendido corazón.






Hugo Francisco Rivella: NO DUERMAS FEDERICO

No duermas Federico,

vuelve a la pesadilla de la rosa enfrentando a un caballo,

las guirnaldas de marzo arriando  la tormenta, la esquina de polvo donde Manhattan duerme.

Afila este puñal con tu ternura,

desguásame los días, porque en la calle, un toro sin piedad conmueve tu sepulcro.


No duermas Federico,

no seas la fiera que encendió los leños de Juana y martilló los clavos que me crucificaron.

No eres “aquél marica que se vestía de novia en la oscuridad de un ropero”,

ni la brizna ni el sauce que llora sobre el río,

ni el sapo de alabastro ni la mejilla quieta que soporta la herida.

Eres más que la noche y la muerte que busca despedirte del agua,

del sollozo del hombre que odia su propia suerte,

de la patria anegada por la sed y el engaño y la Babel que intenta llegar a mi costado.


No duermas Federico, ni siquiera lo intentes,

porque no duerme el Ángel de la Guarda,

ni duermen los caballos que Aquiles suelta al viento,

ni duerme la roldana grillando sobre el pozo,

ni duerme la muchacha de trenzas renegridas

porque no duermo yo, que estoy dormido.



martes, 25 de noviembre de 2025

Aixa Rava: Lo que crece

El canelo es un árbol perenne de Sri Lanka.

Sus flores hermafroditas —blancas o amarillo verdoso 

están cubiertas de pelos y su corteza —la parte que vale 

es marrón grisáceo, leñosa.

La canela —que no es fruto como en otras plantas— se obtiene 

de arrollar la corteza interna que se pela y se frota.

La rama de canela replica la corteza natural de su origen 

que imita a su vez la corteza terrestre. Es lámina

más lámina que se enrosca hacia adentro

dejando sólo pequeños espacios para el vacío y el secreto.

Es el aroma el que se traslada 

del árbol al pliegue laminado

de la lámina a la yema que la toca 

de la mano a la nariz

   al aire

        cuando se moja.

En el campo las mujeres daban

a los niños canela antes de acostarlo

para que durmieran profundo y pudieran ellas

 salir a trabajar sin que las vieran.

Guarda la canela lo sublime del cuidado 

un refugio en ausencia de amparo

un resuello tibio en el desánimo.



lunes, 24 de noviembre de 2025

Pablo Anadón: Desayuno

Esta mañana de verdad me bastan

pocas cosas, sabidas y preciosas:

el humo y el sabor del café negro

en el tazón azul sobre la mesa,

entreoír la presencia

de la mujer y de los hijos

en la respiración acompasada

que late en las habitaciones;

las ventanas de par en par abiertas

a la luz y los árboles de octubre,

y ahora, hace un instante, descubrir

esos brotes primeros del geranio

rojo que traje de la casa blanca,

del patio aquel donde jugué de chico.




domingo, 23 de noviembre de 2025

Griselda García: Pa

Usabas camisas color café

jeans gastados

mocasines negros.


Me llevabas en el falcon verde del ´65

con la chapa picada que dejaba ver el asfalto

pasando rápido bajo los pies.


A veces lo que te crecía adentro

te ponía nervioso y me pegabas cachetazos

yo te odiaba.

Pero ahora que no estás te quiero.


Te olvidé

para hacer de cuenta que podía seguir adelante

tener la vida normal de una chica de diez años.


A veces volvés en la tarde

y me esperás a la salida del trabajo

apoyado contra una pared fumando un cigarrillo

con tu camisa color café, marcando en el diario

resultados de viejas loterías

y películas de Polanski.


Nos saludamos, tomás mi bolso, pesado

y nos vamos tomados del brazo

caminando despacito

sin que nadie pueda decir

que estás muerto.



viernes, 21 de noviembre de 2025

Diego L. García: fotografía de un café

leamos los (puntos suspensivos)


como lo que completa la fotografía de un café


y sus circunstancias. en el agua


ondularon palabras y más.


no habría forma más perfecta de seguir


ese curso que nadie ha limpiado


ni limpiará. la cercanía es impensada


para aquello que acontece sin memoria


de un trayecto. de todos modos


basta con el relámpago de saberse en un lugar seguro.


un refugio que el cuerpo reconoce


más allá de toda referencialidad.


las ventanillas del día hicieron un salto imposible.


el punto de descenso nos podría causar gracia


dentro de unos años. ahora no es otra cosa:


la luz sobre el café contornea


universos cerrados para el mundo



Julia Magistratti: Gauchito Gil

El altar es más grande que la casa.


Una joya pintada en el punto más alto

descubre el cuerpo a resguardo

del santo de yeso.


Un sacudón de banderas rojas

ocupa el lugar de la cruz.


En estos pueblos, el santo nunca es idéntico

-la única repetición son los deseos que le piden-.


Con el gesto irreal de los favoritos

armaron una sonrisa del tamaño de los sueños

para que sea un rostro con posibilidades humanas,

la fatal pertenencia al orden de los vivos.


¿Quién hizo este trabajo

de ablandar los materiales

para que un santo de pie

presida la intemperie,

y la detenga?


Siempre el más humilde es el único que cuida de los peligros

de la resignación cristiana,

el más débil, el estanco en la miseria,

arma un rectángulo

una geometría para la acumulación de futuros imposibles.


Ni los perros se guarecen a su sombra.




 

martes, 18 de noviembre de 2025

Juan Manuel Inchauspe: Pensamientos sueltos

Lo que quiero decir

casi siempre me es escamoteado.

Lo que quiero decir, es decir

lo que nunca debiera torcer su dirección,

pero que siempre fatalmente

se tuerce y malogra.

Nunca tuve una buena relación

con las palabras y cuando ellas

me llegan ya casi no me sirven.

Sólo a veces vislumbro la felicidad

de lo que debió haber sido.

Es cuando me abandono, callado y destruido,

al flujo suave de la tarde

sin más intención que la de mirar

el lento movimiento de las nubes

y dejarlas hacer.

Entonces percibo el rumor

sereno y silencioso.

Sentado en mi vieja reposera

miro el cielo vacío

y escucho lo que nunca escuché.

Pero lo escucho como su viniera de muy lejos

y no tuviera para mí

ni principio ni fin

y por eso mismo

nunca pudiera ser escamoteado.

📚 De "Trabajo nocturno"




Dolores Etchecopar: "adiós dije adiós a las palabras"

si tu lengua apoya las cacerías del silencio

sobre mi lengua

hablaré

montaña oscura

madre clavada en la nieve

madre clavada en el ángelus de la caverna

en la vidriera en la rueca de los cuentos

en la tonada de mi tonada puesta del revés

que no puedo sacarme sin muerte

palabras lentas de mi cuerpo en otra parte

palabras fuertes mis enemigas

raspan la noche el sol que me embarazó

sumergida campana que cruza

los caminos y los huesos

me pusieron por nombre una raya roja

en la ingle

alegría

antes que el otoño fusile a las mariposas

estaremos en el fondo de las pudriciones

caballo blanco

tubérculo que brilla en el regazo

y arroja el oro de los muertos

sobre el recién nacido

el sol su cadera móvil y simple

pasará frente al lenguaje

y hablaré

alguien corta los hilos del bosque

y deja los ojos de mi madre

en el suelo oscuro

puestera del silencio

yo vi una luciérnaga

y las llaves que sólo cierran

el alba y los ojos

adiós dije adiós a las palabras

voy a dormir sobre el sexo de un color

el agua que yo tuve en la infancia

está dentro de tu boca

la lentitud abre sus muslos de colores

y me separo de la muerte

con algo que la luna mece en mi cadera

muchacha que saltas a la soga

sobre la vereda caliente

o la caída de las hojas

o el miedo

feroces mandíbulas te educan

puestera del silencio

la camisa planchada y doblada

los ojos de mi madre en el suelo oscuro

adiós dije adiós a las palabras

la basura decora mi piel

como un relámpago

📚 de "Notas salvajes"



lunes, 17 de noviembre de 2025

Alfredo Luna: ¿Y qué he dicho?

El amor viene con su follaje de tinieblas

Y un torrente de astros.


Con el tiempo, este lado y el contrario son lo mismo

los sucedidos cambian de nombre y lugar

y esta pasión cuerpo a cuerpo

devorada por el celo.


Con el tiempo a una se le dan vuelta las cosas

las repite al revés

como si hubiera sucedido mañana.


Con el tiempo a una la dejan sin sueño

sin miedo

sin huesos

lo único cierto

es que hijos se lleva el agua.



Juliana Bonacci: "al sur del río del asombro"

Al sur del río del asombro, una cantata de siringas antecede el vuelo entre las joyas florales. Al mediodía, las notas agudas sincronizan la esperanza: son las dramaturgias del cortejo. Fue el viento el que pintó el primer mirlo y la luz, su descendencia. Los pájaros y su interminable respeto hacia las líneas del cielo llevan un collar que se llama tersura azul. El coro será un recuerdo para quienes estén atentos. Para los otros la noche se impone como un cuerpo de silencio.

📚 de Hora de aves, "Inédito"




viernes, 14 de noviembre de 2025

Luis Carlos Aguirre: EL COMPAÑERO QUE HA FALTADO HOY

¿Qué le diré al compañero

que ha faltado hoy?


¿Que me recargó

de trabajo a mí y no al patrón?


¿Que la cosecha

espera sus callos?


¿Que el agua fresca

del descanso es más sabrosa?


No. No le diré eso.

¿Le dejaré un mensaje edificante

que no leerá?


No. Mañana lo saludaré

y esperaré su saludo.


"Cada mañana trae su pena"

(dijo el hijo del carpintero)

y cada atardecer su descanso

hasta que llegue

El Telegrama Final.



miércoles, 12 de noviembre de 2025

María Belén Sanchez: DOS POEMAS

Invocación


Debajo de la almohada

dejo flores de lavanda.

Todas las noches

estiro las sábanas

invoco al descanso

con la palma de mi mano.


Adoración


 Santa del pueblo

 guardiana y protectora 

en una estampita

 llevo tu foto 

creo

en tus poderes.



Santiago Alassia: Fanto

Yo no soy un babacho, no soy un ciruja,

lo que pasa es que tuve algunos problemas:

un palo en la cabeza que me dieron las vecinas

por haberme atrevido a espiar en sus bombachas,

compañeros de la escuela que se iban de mi lado

cuando hacíamos la ronda (decían que mis dedos

estaban arrugados y apestaban a creolina),

un tío un poco idiota que chorreaba las paredes

con el locro del invierno que tragaba a cucharadas

los domingos de mayo.

Y yo nací en mayo y fue domingo, debe ser

que esa mugre de mi tío se prendió en mi cabeza

porque ahora la gente me choca en la ruta

y me deja tirado y me dice babacho.


Está bien que soy pobre y no tengo aparador

ni moto ni casa para guardar chucherías

pero no soy un babacho: me gusta el basural,

esa junta de gomas, costra y carretadas

de arpillera y alambre poco iluminado

por las noches, cuando no pasa nadie,

ni siquiera un ratón, y chupo solitarias

cáscaras de papa, y pienso que vivir

es lo que me gusta, y esperar la tormenta,

y hacer el amor con todo lo que pasa

en mi cabeza: la pelusa

que les crece a los niños al salir de la escuela, el dobladillo

del batón de las abuelas que se arruga cuando esconden caramelos, la pintita

de sangre en el hocico del cuis que escarba una trinchera, la corteza

mojada del lapacho al que me trepo cuando hay viento, las gotas

de la lluvia que me pegan en la cara como agujas,

yo me dejo,

me hago lazo,

me dejo acariciar y meto la piel mía

en todo lo que sea cóncavo en el mundo.



jueves, 6 de noviembre de 2025

Luciana Tani Mellado Palma: LAVANDA

1.


No tengo nada en contra mío

pero le pongo empeño

en derrumbarme

a veces

como la lavanda

sobre su tallo

leñoso

y retorcido.


Rodeo con la mirada

la planta

que en una esquina

del cantero

se yergue

y se derrama

hacia la calle.


Abro la canilla y empiezo el riego.


La tierra quiere conversar:

quien habla no está muerto.


Me contento con entrever

un modo de existencia

aunque me falte

el lenguaje.





2.


Abandono el deseo

de abandonarlo todo.


Armo un ramo de lavanda

y recojo las sobras de cada espiga

toda molida como la fe.


Me gustan las flores apenas cortadas,

cuando su vida existe

lejos del cuidado

y las expectativas de futuro.


Miniaturas violetas,

sus despojos fragantes

se desarman adentro de mi mano.


Las huelo y florece en mí

un recuerdo que se vierte

en cada gota de agua.


La presión del riego es fuerte

como la orina de un potrillo.


Una luz modesta tiembla

entre los árboles.


La lluvia de la manguera golpea

la fragilidad de las flores pequeñas.





3.


Mi abuela guarda en la cartera

un cordón umbilical

y unos mechones

de pelo.


Hojas secas de la vida.


Podría escribir con las plantas

un libro de preguntas.


Para existir necesita

ser nombrado.


Una mujer sin lengua

crece en la corteza

que habla.


El agua orienta al agua,

el aire orienta al aire.


Yo no puedo orientarme

a mí misma.


Corto mi cabeza como una flor.


Quiero restituir un orden.


Riego el silencio de las flores 

con palabras.


Amenazo la bondad de la naturaleza.


También tuve lagartijas en mi infancia

pero ellas no me hablaron

ni me dijeron madre.


La lavanda crece mejor

en suelos secos.


Oscurece.


Me animo a silbar

aunque sea de noche.



Fabián O. Iriarte: agotados los medios para obtener amor, (:elemento plegable en forma de pajarita), susana thénon

frente al espejo / haciéndome el amor

porque no encontré un pajarito / el espejo

se ha roto esta noche


los medios se agotaron / me he vuelto

un monstruo / un animal fabuloso


he devenido marta / pegame y llamame carlos

suzanne marcel proust c’est fantastique



te miro y creo que eres o que sos


no sé / cómo llamarte / si has perdido

todo trazo de tu nombre / toda huella de tú

tu vergüenza / “lo que hay que ver


en estas épocas” / se agotaron los medios

me pliego y digo amor / caniche / chucherías 

maldito cucharas mórbido / quereme



miércoles, 5 de noviembre de 2025

Gabriela Agüero: el amor picaresco de un picaflor

El amor picaresco

salta como una pulga

pica las mejillas

la ingle

los muslos

la espalda.


El picaflor del emperador chino

pica las rejas de su jaula

el duro bronce inmutable brilla en la mañana,

así el amor,

pica los corazones más duros

que los convierten en coladores de carne

en cuyos agujeros diminutos se escapa la tarde

la ternura,

y la tibieza del vientre

mientras afuera…

los destellos de los gritos

y los colores de la pólvora nos llenan de afloradas desgracias humanas.


Pica la flor del pubis, la lengua del picaflor

y el amor juega a ser eterno

eterno ardor de no encontrarte en ningún rincón.


El imperio se corona de lamentos de gatos

lamento de amor de una ciudad apestada a hambre,

mira el niño la corona vistosa en la vidriera

vacío son los pies descalzos que solo saben de cemento caliente,

pica el olor a vainilla en su pequeña nariz

de tortas que un vendedor ofrece con cariz.

El amor revolotea entre el humo negro

el aire es espeso como el aceite verde que viaja por los ríos,

los ojos de la muchacha miran el cielo

las manos tajeadas

la caña azucarada,

los pechos desnudos…el campo quemado,

oscuros los pezones que miran como girasoles a su amado.


Pasea el picaflor por las plantaciones que imagina desde su ventana

mientras el cerezo se estira para recitarle los poemas

que las jóvenes lavanderas cantan en la montaña,


pica la caña caramelizada

de cuentos de una libertad

que sueña picando los barrotes de su jaula.




Javier Ramponelli: UNA POÉTICA

Cierta vez

vi a un perro perseguir a una avioneta.


Correrla a través de la pista

soltando tarascones

al aire

en el momento del despegue.


Un poema se domicilia en ese perro

hay un poema

que alquila una pieza por ahí

el intento desesperado

de morder

aquellas formas que despegan.



lunes, 3 de noviembre de 2025

Guadalupe Albornoz: MORDEDURA

debajo de mi están

son muchos lunados abismos

espectadores de todos los torsos que tuve cerca

sintientes del profundo universo de mis emociones

y sutiles ventiscas de rarezas


los observo

los toco

los cuento

de a uno

distintos

marrones y dulces


los uno con el trazo de mis dedos

salto sobre ellos

y prendo las notas musicales que escucho

y no se tocar en las cuerdas


ya van dos constelaciones

de muchos lunares ancestrales que cuento


miro los que tengo en el brazo izquierdo

se que son la huella de la bruja ardida por odio

quemada en la plaza del pueblo

la misma de la que jamás me contaron la historia


los del medio son escudo lunero

pienso son estrellas que han muerto hace rato

y cayeron entre los mundos que armo para existir

y seguir respirando lo que no entiendo


hay uno en el centro de mi panza

en él

respiraron mis hijos

por allí

les canté para que duerman de noche

y nazcan con los ojos abiertos


tengo varios

y creo que mañana tendré aún muchos más

quizás me vuelva uno de ellos algún día


y allí sea parte

aún más firme de todo este cosmos

que nada en el flujo de la sangre


en gotitas

y a goteras hacia el cántaro

se agrupan sobre los límites de la piel


juegan y juegan

bailan y bailan


en mi espalda

en mis manos

en mi rostro añejo

en mi toda


respiro el cielo

una nube ha dado la vuelta completa

y los vuelvo a contar



Leopoldo "Teuco" Castilla: EL AMANECIDO

A Maximiliano Witte


¿Qué estaré siendo yo de este lugar

que ha parido la presa de su cacería?

Entenado de mis muertos

llevo una flor a su caridad

para que vuelva en mí esta comarca,

pero es tarde,

el cielo envejeció

y el espacio ha crecido demasiado.


He gozado todos los sonidos,

me he dejado llorar

por ojos difuntos,

he besado a mi época en la lengua

y a esta altura

soy el cielo de mis fornicaciones

y la intemperie donde flameo, inhumano.


Entro a la tormenta de la casa vacía

y lluevo largamente,

con la copa en las raíces,

asfixiado por el aire,

y, enguantado por mi oscuridad,

pudro mi leña,

eyaculo el escenario,

pierdo los papeles, tacho la luz,

lastimo la función.


Los otros no saben que están dentro

de un día que no amaneció,

el que me he robado

mientras del suero de mi cerebro

se amamantaba la noche

cuando yo tiraba mis huesos al aire

y ni la muerte los reconocía.


Tengo dentro

un salto de pájaro espantado,

un niño helado en su futuro,

un camino que no deja de ir

y un árbol inmóvil

soltando frutos oscuros.


No hay contemplación: mi limosna es mi cuerpo.

Ya no me sirve el universo

ni le sirvo yo.


Hacia una luz inválida se va el día.

Y no me lleva.

Donde yo duermo, trinan como perras,

mendigas, las palomas.




sábado, 1 de noviembre de 2025

Graciela Cros: CENSO CANINO

Un hombre

toca el timbre.


Al salir

me pregunta

si tengo perro.


Le digo que no.


¿Y la cuchita?

señala,

apuntando con el mentón.


Es empleado municipal

y tiene el aire triunfal

de haber

descubierto

una falta.


Se me murió, le digo,

guardo la cucha 

de recuerdo.


La mención de la muerte

lo trastorna

y me pide disculpas.


Lo veo alejarse

y pienso

en mi padre.


En 

lo 

de 

él 

que

no 

guardo.



Julieta Lopérgolo: nosotros, los que no sabemos llorar

Nos desacostumbramos a los sonidos  del monte, al poco cuerpo de la oscuridad, clavamos nuestros sollozos como espinas en los pliegues de un...