Poesía no eres tú,
no lo es nadie.
Lo que el verso
atrapa de lo inefable
apenas sombra es,
asomo, rasguño, aire.
No está aquí, sin duda,
ni lo estará cuando
estos trazos envejezcan,
porque el tiempo no agrega,
sólo quita lo que el presente
creyó que era inmutable.
No se puede decir poesía
porque es lo impronunciable:
su lengua balbucea, a veces,
en la sospecha de una frase
que, al volver, buscándola,
resulta inencontrable.
Última frontera, confín
de un mundo que no conoce
las palabras, pero que gusta
de montarse en ellas
y pasar al nuestro
por hacer fulgurar, sólo un instante,
su relámpago en la mano,
mientras su rayo lo descarga lejos
y de aquel trueno, en el papel,
burlón, apenas su silencio queda.
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